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2 de agosto (2012): Como que el Chucho quiere revivir...

jueves, 19 de noviembre de 2009

Ya regresa cabrón. ¡No Chingues!

Extraño tu mirada

Extraño tu rostro

Extraño tus manos

Extraño tu risa

Extraño tu piel

Extraño tus frases

Extraño lo que callas

Extraño tu aire

Extraño tu amargura

Extraño mis suspiros

Extraño tus sarcasmos

Extraño tus gestos

Extraño tu fiesta

Extraño tu vida

Extraño la mía

Extraño quererte

Extraño desearte

Extraño odiarte y

Extraño que me odies

Ni estas hojas, ni esta tinta, ni las noches en vela, ni todas las lagrimas alcanzan para decirte cuánto te extraño, cómo te extraño, cuándo, dónde y porqué.

Eehh??! Que tal con la cursi romántica. Pues creo que ha veces es bueno expresar tus sentimientos de alguna manera. Escribir es la mía, no se si sea buena o mala pero mientras me llene lo seguiré haciendo. Este “poema” o como quieran llamarle, es para una persona a la cual extraño por si no se dieron cuenta jajá. Lo anterior me recordó una frase que me robé de la película amores perros “Porque también somos lo que hemos perdido” que creo expresa lo que siento perfectamente.

PD. También se lo dedico a mi mejor amigo que anda vagando por el mundo y lo extraño mucho, no en una forma enferma como arriba jajá si no en una forma normal y pues si de casualidad lo ve. Ya regresa cabrón ¡No chingues!

miércoles, 4 de noviembre de 2009

El Legado de los Caídos. Prólogo

El prólogo de mi libro, que algún día ha de ser publicado. Lo pongo aquí para saber que piensan. Por favor, si tienen alguna clase de comentarios, pues pónganlos en la sección de comentarios. Buenos o malos se aceptan igual.
Gracias.

*******

Prólogo.
En algún lugar, existe un lejano mundo que comparte muchas similitudes con nuestro planeta: flora, fauna, recursos minerales, enfermedades e innumerables características. Las personas de ese lugar, de igual manera, nacen, crecen y mueren; así mismo, lo hacen las historias. Sin embargo ¿Cómo puede una historia que nunca ha sido contada morir? Este lugar, este mundo, conserva miles de historias, tantas que sería imposible decirlas todas en la vida entera de un hombre. Sin embargo, aquellas que marcaron algo en las personas e hicieron historia, son muy bien sabidas. Todas, menos aquella historia que resultó ser la más importante de todas, aquella que definió ese mundo para siempre, aquella que aun no se ha dicho, pues todo aquel que estuvo ahí y aun vive, permanece con el secreto.

El nombre de este singular mundo es Ethis, palabra cuyo significado se cree que es “Perfección”. Ethis está dividido en siete grandes continentes, seis de ellos rodean al séptimo y más grande de todos. El nombre de este gran continente es Illusia, antigua palabra de un vocablo olvidado que alguna vez significó “Ilusión”. Fue llamado así porque hacia perfecto uso del nombre. Illusia no sólo era el continente más grande, sino que también era el más hermoso – parecía ser una ilusión sacada de un extraordinario sueño del que no quieres despertar nunca – además de poseer una flora y fauna de la más completa en todo Ethis, tenía formaciones naturales de roca envidiables, colosales bosques siempre verdes, enormes e imponentes montañas, ciudades inigualables y, además, las personas de Illusia eran consideradas muy atractivas; tenían rasgos muy finos y bellos.

Se decía que era imposible terminar de enumerar todo lo bello de Illusia, nunca había sido necesario, sólo una pequeña fracción de todo lo que se pudiera decir de tan mágico lugar era suficiente para conmover y convencer a cualquiera. Esto era por lo menos hacia décadas, debido a que en la actualidad, en los primeros años de la Séptima Era de Ethis, Illusia volvía a hacerle honor a su nombre, pues ahora toda esa belleza era una ilusión efímera de un recuerdo borroso. En un irónico contraste, aun si se dijera todo lo bello que Illusia alguna vez fue, era imposible de creerlo, aquellos que lo contaban seguramente estaban locos. No fue necesario mucho tiempo cuando la historia se convirtió en leyenda, y la leyenda en mito. Es imposible comprender el presente si no se conoce el pasado, y un hombre motivado en buscar la verdad, descubrirá la historia de cómo sucedió todo, el inicio de un evento que cambió al mundo por toda la eternidad.

Aquella noche en particular hacía un frío insoportable, era completamente normal en aquel lugar esa época del año pues siempre se intensificaba más, sin embargo no era excusa suficiente. Esa ciudad alguna vez se había caracterizado por ser la más bella iluminada bajo la luz de las estrellas y las dos lunas hermanas. Sin embargo, ahora la deprimente imagen de una larga avenida, carente de electricidad y con la mayoría de sus edificios destruidos, se postraba ante la curiosa mirada de un nuevo visitante que acababa de llegar. Había sufrido en su largo andar sinnúmero de infortunios en su camino hasta ahí, escondiéndose cual ladrón, y evitando cruzar caminos con los horripilantes sirvientes de quien dominaba ahora esas tierras. Era deprimente ver como las personas, resguardadas tras los escombros de casas que daba la impresión se derrumbarían en cualquier segundo, se ponían nerviosas al escuchar los pasos de aquel visitante. Sin embargo, al ver que tan sólo se trataba de un joven no mayor a veinte años, de mirada curiosa y espíritu intranquilo, recuperaban el aliento.

El visitante comprendía la paranoica actitud de la gente, sabía muy bien lo que ellos habían vivido, más sin embargo, no deseaba sentir lo mismo que ellos. Aun tenía marcadas las cicatrices en su cuerpo cuando su hogar había sufrido lo mismo. Había perdido a muy buenos amigos e inclusive familia, pero nada se comparaba con aquello. Ahí había sido el lugar en el que el miedo se apoderó por primera vez de toda Illusia. Justo ahí en esa ciudad, sin previo aviso, una de las más feroces guerras había estallado. Era imposible olvidar el fuerte sonido de la marcha del enemigo, resonando en toda la ciudad mientras la tierra se sacudía bajo sus pies. Las fuertes explosiones que siguieron a continuación destruyendo lo que alguna vez había sido su hogar. La terrible imagen de miles de inocentes, adultos y niños por igual, que morían sin la menor muestra de piedad. Nunca lo podrían olvidar. Sus vidas habían cambiado por completo en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, la historia de aquel trágico evento no era la razón por la que el visitante estaba ahí. Él sabía muy bien cómo habían terminado las cosas, tan sólo tenía que dar un vistazo a su alrededor para saberlo. Era el cómo se había suscitado esto lo que le mantenía incomodo.

Sabía que lo que él quería hacer estaba prohibido, si alguien indebido se enterará, él desearía estar muerto antes de recibir su castigo. Sus pocos amigos con vida, y todas aquellas personas con las que se había topado en su viaje, le habían dicho que no lo hiciera; no valía la pena. Claro, él sabía que no cambiaría al mundo, pero necesitaba saberlo; su misma naturaleza curiosa no lo dejaba dormir por las noches. Había hablado con cientos de personas e ido a docenas de lugares, reducidos a ruinas en su mayoría, y todo apuntaba hacia el mismo lugar: Aquello que estaba al final de aquella avenida, lejos en el mar. Caminaba por la avenida, pero era difícil tratar de esquivar todos los escombros y restos que había repartidos por toda la calle. En algún punto, pasó por lo que antes había sido una tienda, ahora reducida a un edificio carente de techo, cuya mercancía había sido hurtada por la gente de los alrededores. Cargaba con una mochila llena de víveres que había conseguido de una manera similar, no podía culparlos. Sin embargo, tenía temor de que alguien tratara de robarle su mochila; no sería la primera vez.

No comprendía porque toda esa gente seguía ahí, las ciudades al suroeste habían sido las menos afectadas; definitivamente un mejor lugar para vivir. Era curiosamente extraño el hecho de que, después de los primeros ataques, repentinamente todo había cesado. Parecía como si el deseo inicial de destruirlo todo se hubiera perdido. Sin embargo, todos estaban seguros que era sólo cuestión de tiempo antes de que terminaran justo igual. La gente creía que, quien los atacó, sólo estaba esperando a que se superaran los primeros ataques para volverlo a hacer y ocasionar inclusive más daño. El visitante había estado en muchas de estas ciudades y algo le decía que no era así, parecía como si estuvieran, más bien, buscando algo con gran desesperación. Posiblemente estaban temerosos de haberlo perdido durante los primeros ataques, o de destruirlo si seguían atacando. En más de una ocasión, el visitante llegó a pensar que posiblemente buscaban lo mismo que él. Nada se escapaba de la posibilidad.

Perdido dentro de sus pensamientos, llegó al final de la avenida y hasta la playa sin que se diera cuenta. Esa avenida había sido alguna vez un bello recorrido que atravesaba toda esa ciudad para terminar con una puesta de sol con vista al mar. En cambio, ahora sólo se podía admirar los restos de lo que parecían ser aparatos de guerra, vehículos destruidos, y más de un cuerpo sin vida tirado en la playa. En medio de todo este desastre, se encontraba un hombre de edad avanzada, frente a una fogata, tratando de calentarse en esa fría noche. Vestía con una chaqueta amarilla, con más de un agujero, unos sucios pantalones de tela y zapatos, era difícil saber si eran cafés naturalmente o debido a la tierra. Por supuesto, en tiempos como esos no se podía pedir un atuendo más formal. Inclusive el mismo visitante vestía con lo primero que pudo encontrar antes de salir en su viaje. El viejo notó que el visitante se le acercó temeroso, pero no pareció darle mucha importancia. Sin embargo, cuando se percató de que iba a hablarle, habló primero que el joven visitante.
– No quieres ir ahí muchacho. – Dijo sin siquiera mirarlo. – No hay nada que ver.
– No se trata de lo que quiero ver, es lo que quiero encontrar. Quiero saber cómo fue que terminamos así.
– Yo te diré como. Nuestros llamados líderes nos traicionaron, nos dieron la espalda cuando más lo necesitábamos. Jamás debimos haber confiado en ellos. Cualquier tonto lo sabe.
– Eso es mentira, ellos no… No, no lo creo. Quizás yo era muy joven, y aunque quizás no sepa lo que pasó, estoy seguro de que sé que no pasó. Estoy seguro que existe algo más detrás de todo esto. – Dijo el joven sintiendo su corazón latir con fuerza, presa de los nervios.
– Pues será mejor que empieces a creerlo. Muchos de los que aun conservamos la vida y la cordura estuvimos presentes. Nos abandonaron. Decidieron que era más importante su propio bienestar que el nuestro… pero está bien, no tengo problema alguno en llevarte, soy el único ser humano en esta tierra lo suficientemente loco para hacerlo ¿Pero que me ofreces a cambio?
– ¿Qué es lo que desea?
– La última persona que quería ir para allá, me ofreció algo muy bueno. Me apuntó con una pistola con la promesa de una bala en mi cerebro ¿Qué tienes tú que pueda superar eso? – Dijo el viejo con una sonrisa forzada. El recuerdo no le era muy placentero.
– Tengo… Esto. – Decía el joven mientras abría su mochila para mostrarle sus víveres. Carne, enlatados, agua limpia. El hombre no se pudo negar.

Después de darle la mitad de sus víveres, el viejo guió al visitante hacia una pequeña lancha que aguardaba amarrada en un muelle a medio caer. No se veía confiable y parecía que no sería capaz de efectuar el viaje, sin embargo aquel hombre era el único con el valor, o la locura, de ir hasta donde el visitante quería ir; hasta aquella enorme isla que podía observarse en la lejanía. Antes de que el joven se pudiera dar cuenta, la playa se había convertido en un punto en la distancia y pronto estuvieron a mitad de la nada. Durante el camino, había podido ser testigo de varios restos de naufragios, cuya popa sobresalía del agua verticalmente. La guerra que había iniciado en aquella ciudad se había extendido hasta los mares, dejando a su paso sólo muerte y ruinas. La luz de las dos lunas hermanas alumbraba aquel interminable cementerio acuático con una tenue luz púrpura, y las estrellas se reflejaban en el agua haciendo parecer como si todos aquellos diminutos puntos fueran las almas de aquellos que habían perdido la vida. El viejo le dijo algo al visitante que, debido a que estaba perdido en sus pensamientos, no logró entender. Al dirigir su mirada hacía el frente, logró ver como la isla, su destino, ahora se postraba a tan sólo un par de kilómetros frente a él.

Debido a que era de noche, y la luz de las lunas hermanas no era suficiente, le fue imposible al visitante admirar por completo la isla. Sabía que alguna vez había sido el lugar más seguro de toda Illusia. Estaba rodeada en su totalidad por una muralla de roca sólida, una formación natural única, cuya altura se extendía por varios de metros. Existía, sin embargo, una única entrada por el agua. Un pequeño río se filtraba entre aquella muralla y llegaba hasta el centro de la isla. Un barco grande no hubiera podido entrar, pero una lancha como la del viejo serviría de maravilla. Después de atravesar la muralla, se toparon con un enorme jardín que se extendía por toda la isla en su totalidad. Estaba repleto de pasto, flores, árboles frutales, etcétera. Sin lugar a dudas, bajo otras circunstancias, debió haber sido un lugar hermoso para visitar. Por fin llegaron al final del río, que terminaba en un pequeño lago, detrás de un gigantesco castillo en el centro exacto de la isla, donde el viejo detuvo la lancha.

Cómo saldría el visitante de ahí era algo que él debía averiguar por sí mismo, pues el viejo, aun estando loco, no lo era lo suficiente como para permanecer ahí hasta que el joven terminara sus asuntos. Se decía que desde el funesto evento, la isla estaba plagada de peligros. No sólo existía la posibilidad que hubiera algunos de los hombres que habían atacado la ciudad vigilando ese lugar – era demasiado importante como para dejarlo desatendido – sino que se creía que ahí había una gran cantidad de lo que muchas personas conocían como sigilosos cazadores. Acosando a sus presas siempre a sus espaldas, nadie que hubiera sido atacado por uno había sido capaz de verlos antes de que fuera demasiado tarde. No se sabía si se trataba de animales o humanos, pero todas las personas estaban seguros de una cosa: les atraía la carne. Fue un terrible error por parte del viejo haber dejado al joven únicamente con víveres básicamente que consistían en semillas y leguminosas, tomando él toda la carne, pues jamás se supo regresara a tierra firme. Su lancha, sin embargo, lo hizo, pero tanto éste como su recién adquirida comida habían desaparecido para siempre.

En cuanto al visitante, rápidamente se encaminó hacia el interior del enorme y, alguna vez, hermoso castillo que estaba a unos metros de donde el viejo lo había dejado. Era más grande de lo que él esperaba, tenía cientos de habitaciones y por lo menos cuatro pisos de alto. Tardaría más de lo esperado. Alguna vez ahí había vivido alguien que, según se decía, había sido de los mayores responsables de que el mundo estuviese como ahora lo estaba. El visitante, sin embargo, se sostenía a una creencia distinta. Había escuchado mil historias, y sabía bien que de todo aquel castillo, había una sola habitación a donde debía ir. Su objetivo se encontraba dentro de un cajón. Un misterioso objeto, abandonado ahí por casi dos años. Sin perder el tiempo, atravesó por el gran umbral, a través de las dos puestas de madera corroída, hacia el interior del castillo. Dentro, había un salón de entrada mucho más grande a cualquier otro que hubiera visto jamás. Todo estaba hecho un completo desorden, la alfombra estaba rasgada, sucia e incluso quemada. Los vidrios y vitrales estaban hechos pedazos y, lo que parecía ser un candelabro que estaba colgado en lo más alto, ahora yacía en el suelo hecho pedazos.

El gran silencio que reinaba en aquel lugar se vio interrumpido por los fuertes y decisivos pasos del visitante que ahora atravesaba el pasillo principal del segundo piso. Cada paso que daba ocasionaba un fuerte eco en todo el castillo que durante mucho tiempo había permanecido cerrado y abandonado. Las paredes estaban en muy mal estado, y era difícil caminar entre tanto desorden: Había cuadros que alguna vez adornaban la pared tirados y destrozados en el piso, las pequeñas mesas con jarras decorativas yacían en un estado deprimente y la alfombra roja presentaba más de un desperfecto, lo cual hacía imposible caminar sin caer debido a un tropiezo. Había también muchos rastros de sangre seca por todos lados, como si hubieran asesinado a docenas de personas ahí.

Con esfuerzos, y después de haber buscado en por lo menos veinte habitaciones, llegó a la principal. Las dos grandes puertas, alguna vez amarillas, ahora color café totalmente mohosas y deterioradas por el tiempo, permanecían firmemente cerradas. Sin embargo, por esta misma causa y el efecto de la naturaleza, sólo fue necesaria una fuerte embestida contra éstas para abrirlas. Esto ocasionó un tremendo ruido que fue acompañado de un extraño sonido que parecía salir desde el interior de la habitación. Aun siendo sólo un sonido, el visitante podía jurar que era frió, oscuro y nostálgico; un sonido que hizo temblar de miedo de pies a cabeza. Sin embargo, la oscuridad era tal que difícilmente podía distinguir algo además de la poca luz que penetraba por una enorme ventana al fondo. Esto no le impidió continuar, puesto que hurgó en el interior de su mochila hasta que encontró una pequeña lámpara de mano, que si bien no alumbraba demasiado le ayudaba a distinguir por donde andaba.

La habitación estaba sólo alumbrada por la luz de las dos lunas llenas que entraban directamente por la gran ventana del fondo, iluminando tenuemente la cama, la cual estaba justo debajo de ésta, pegada a la pared colocada de manera horizontal. Caminó lentamente hasta la cama. A cada paso que daba el sonido de la madera del piso crujía cada vez más; poco antes de llegar, vio cuatro casquillos posiblemente de un arma de alto calibre, tirados y empolvados. Había mucha sangre seca en el piso, pero sobre todo, era evidente el trayecto que había dejado alguien al arrastrarse. Siguió con la vista el rastro que había, hasta que su mirada se detuvo en la cama.
– Así que es verdad… – Dijo el visitante para sí mismo, confirmado sus dudas cuando vio las sabanas totalmente cubiertas con sangre seca. Pertenecía a alguien que alguna vez, hacía no más de veinte años, vivió en ese lugar.

Comenzó a inspeccionar la enorme habitación con la mirada. Había una docena o más de recuerdos de los antiguos habitantes del castillo; en su mayoría fotos familiares. Entonces volteó su mirada hacia la derecha de la cama y distinguió un buró, manchado igualmente de sangre, sobre el cual no había nada más que una lámpara de noche. Sin dudarlo, se acercó a éste para revisarlo con cuidado. Sólo tenía un cajón que, según el visitante, guardaba el gran y oculto secreto. No le cabía duda de ello. Sin embargo, estando a tan sólo unos centímetros del buro, sintió el frío cañón de una pistola en su nuca que lo paralizó completamente haciéndole soltar la lámpara que traía en su mano, la cual al caer rodó debajo de la cama, dejando de nuevo todo en penumbras.
– ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? – Dijo una persona detrás de él.

Era difícil distinguir si se trataba de una mujer o un hombre, los tenebrosos sonidos del ambiente y el sigiloso volumen con que la persona hablaba no ayudaban mucho. Lentamente el hombre giro para ver el rostro de quién le amenazaba, pero por la oscuridad era difícil distinguir algo, y más aun con el cañón ahora en su frente. En un inicio, el visitante trató de articular palabra alguna, pero sólo logró balbucear. Cuando escuchó el sonido de como una bala era cargada en la cámara del arma, el valor le resurgió de la nada.
– Sólo vengo a investigar este lugar… La gente cuenta muchas historias acerca de lo que sucedió hace años, pero ninguna parece ser correcta, todas se contradicen… ¡Quiero saber la verdad! ¿Por qué ya nadie es feliz?– Dijo haciendo que el eco de la casa repitiera su sincera petición.

El extraño personaje dudó en un principio, pero bajó el arma después de unos instantes. Se alejó del visitante dándole la espalda, posiblemente para evitar que éste le viera el rostro. Se recargó en el umbral de la puerta y, según el visitante, pudo distinguir por la silueta que posiblemente se debía de tratar de una mujer, que en ese momento miraba las lunas que podían verse a través de la ventana.
– No me sorprende que todo lo que hayas escuchado sea mentira, aun incluso antes de que pasara, la gente solía distorsionar la verdad. – Comenzó a decir la misteriosa persona en la sombras. El visitante confirmó que era una mujer por su voz. – Creo saber qué es lo que estas buscando, pero no está en ese cajón. Lo que quieres escuchar es algo que muchos han olvidado ya, y que otros simplemente no quieren mencionar… pero no yo. Preguntas acerca de la felicidad… si viniste en busca de una historia con un final feliz, estás en el lugar equivocado.
– Hace unos segundos me apuntaba con una pistola, y ahora me dirá que es lo que sucedió aquí hace dos años. Disculpa la incredulidad pero ¿Por qué? – Dijo el visitante, causando un incomodo silencio unos segundos.
– Porque me recuerdas a alguien que siempre buscó la verdad, aun cuando fuera la única persona que así lo pensaba… alguien que nunca se dio por vencido. Alguien que siempre defendió aquello que todos hemos ya olvidado… algo que jamás debimos olvidar…

El visitante dudó unos instantes, ya lo había escuchado todo hasta ese momento, posiblemente nada de lo que aquella persona le contara sería nuevo para él. Sin embargo, algo en su forma de hablar, en su tonalidad, hizo que, inconscientemente, tomará una silla que estaba a un lado del buró. Enseguida sacó una libreta de una de las bolsas de la mochila que llevaba colgando. Apoyó la libreta en sus piernas, después sacó de la misma bolsa una grabadora, para que no se le escapara ningún detalle. Estaba listo para comenzar a escuchar a su interlocutor, sin embargo volvió a dudar de nuevo. El reflejo de la luz producido por las lunas hermanas en la pistola de la persona le hicieron pensar que, posiblemente, sólo estaba haciendo tiempo antes de matarlo y robarle sus cosas.
– ¿Cómo sabré que lo que voy a oír, no es más que solo otra versión de las muchas que ha inventado la demás gente? – Dijo el visitante dudoso.
Por unos instantes se produjo un largo silencio que, repentinamente, fue interrumpido por la extraña mujer que comenzó a hablar casi en un susurro.
– No te convenceré de que es la verdad, sólo… confía en lo que tu corazón te diga cuando termine mi relato, él sabrá si es verdad o no. – Se detuvo para dar un corto suspiro. – Algo que no muchos saben es que, realmente, comenzó un día antes de que ellos llegaran desde tan lejos. Todo inició hace veintitrés años, cuando alguien recibió una inesperada visita.
– ¿Cómo sabe eso? – Dijo el visitante confundido. ¿Acaso esa mujer sí sabía la verdad?
– Porque se podría decir que, de alguna manera, yo estuve ahí…